jueves, 19 de abril de 2012

                María Rodríguez, “la sirena de Cumaná” 

         Figura emblemática del folklore oriental

·       Limpió pisos y baños en la Universidad de Oriente, hoy se enorgullece de ser la epónimo del Teatro de la UDO en la capital sucrense.

·       Luis Carvajal /pasante Unica

     El encuentro con la cantautora, María Rodríguez  fue en el mercado municipal   de Cumaná. Comprábamos pescado. Ella me dijo: “gracias a Dios que cumplí los 88”. La “Sirena” como le decían a la tía de Francisco “Morochito” Rodríguez, único campeón olímpico de Venezuela, conocida en el país como “la sirena de Cumaná”,  gracias a su interpretación y producción discográfica folklórica que le dedica al mar.

   María se hizo la artista más popular del estado Sucre, por llevar siempre una cayena en el pelo, los labios rojos llenos de pasión como la sangre, faldas de flores, sonrisa destellante y una voz que acaricia; y cuando canta, vibra todo el oriente venezolano y se prende de alegría.

   La voz de Marriita, como le dicen los cumaneses,  emociona tanto que se ganó  los títulos de “la señora del estribillo”,  y “la reina del folklore de Cumaná”.       

   La sirena de Cumaná, realizó una hermosa labor de preservación y rescate de las tradiciones, surgiendo como una figura emblemática de la música y el baile de los géneros orientales venezolanos. En el año 1994 fue declarada patrimonio viviente del estado Sucre; y se recuerda que durante los años sesenta, coordinó la comparsa de la UDO, impartiendo clases de danzas tradicionales a los niños de las comunidades.                                                         

   ¿Donde comenzaste a cantar y a bailar?

   “En el bar de “Chufa”, por el “Salado” de Puerto de Sucre, cantábamos y bailábamos hasta que el cuerpo aguantara”.

   Su recuerdo viaja al momento de la invasión de Delgado Chalbaud y Pedro Elías Aristigüieta para derrocar al general Gómez; “bajamos los escalones de la bóveda central; vi morir a mucha gente que pasaban corriendo por el patio de “Nicasio”, mi abuelo,  a veces los escondía. Pobrecitos esos muchachos. Iban también mujeres jovencitas. Eso fue cuando el Falke”.

   Su hablar es rápido y seseado, propio de la cadencia;  y entonación  del oriental. Su rostro gesticulaba  y definía  facciones simpáticas, fascinantes; hacía más atractiva la narrativa que brotaba de sus labios, acerca de sus vivencias, la estancia. Habló de la realidad sembrada por ella, como residencia  idiosincrática de su pueblo.

  Se acercaba el medio día; el sol calentaba mientras caminábamos por los puestos de legumbres y frutas.

   ¿Quiénes te acompañaban en las fiestas?

    “Siempre venían Anastasio, el difunto Daniel Maiz y  el  Morochito, estaba chiquitico. Traían sus bandolina que fabricó  “el pato” Antonio, que en paz descanse”.

    Me susurró pícaramente al oído: “a punto de doce de la noche arrancábamos  el joropo”. 

   Contó de las palizas dada por su mamá por llegar tarde a la casa.  “Pero no me importó”, decía. “Y aquí tú me ves. Me hice una muchachita de juicio”.

    Recordó que en la escuelita a sus cinco años la maestra la sacaban en las comparsas. Era la mejor en el baile de la “culebra”; y “los indios cara e’ totuma”, que desfilaban el día de las fiestas patronales. El cronista Santos Barrios, me bautizo como “la sirena de Cumaná”.

       Narró su historia como una cinta de imágenes emotivas, marcadas por  su infancia. “Tuve que hacer hasta brujería y otras cosas para criar a  mis siete hijos…Trabajé limpiando los baños y el piso de la UDO en Cerro Colorado, pero nunca deje de cantar en el conjunto de mi tío Chiguao.  

     ¿Quién fue Chiguao para  María?

   “Bueno…, él fue lo más grande; grande porque con él sí me dejaban salir de la casa”.

“Mamá era un mujer muy jodía”. Recuerda María, y agrega “siempre pensaba que uno llevaba pintaá la que te conté en la frente, o que todo el mundo andaba pendiente de cuanto uno  hacía. Y por eso Chiguao, vino a significar mi libertad y mi salvación”.

  A pesar de sus ochenta y ocho años recién cumplidos, María camina rápido tanto como su verbo.

   ¿Cómo se inició  tu carrera artística ya en el plano profesional?

      “Cuando conocí al doctor Armas Alfonzo, en una presentación que tuve en el auditorio de UDO en Cerro Colorado. Él me dijo “vente con nosotros”. Y desde entonces me hice artista exclusiva de UDO. Me llevaban a todas partes y me pagaban bien”.

   ¿Qué hacías antes de ser artista de la UDO?

   “Me salí del Bar donde cantaba boleros; y compré un buen cuatro que  fabricaron los hermanos Cumana en la calle García. Eso fue cuando viajé a Aruba; la primera vez que salí de mi país. Me sentí orgullosa de mí y de la UDO. No tengo con que pagarle todo lo que la Universidad me ha dado, a mí y a mi familia”.

   “Después conocí a Benito Yradi; y con él toda Venezuela, y dí a conocer la música popular oriental, sobre todo la sucrense”.

    María de una gracia y forma de ser tan especial, recomienda a la gente que viaje, que conozcan lo grande y bello que es nuestro país.

   Mil anécdotas se le vienen a la memoria a esta extraordinaria mujer que a sus 88 años, siente el orgullo de haber sido honrada en vida con el teatro de la UDO, al cual bautizaron con su nombre.

   Nos recordó con picardía la oportunidad cuando le pidio a un guitarrista que rebuchélera el instrumento. “Y él sorprendido me preguntó ¿Qué?… “Que lo rebulochees”. El músico no entendió nada, y María cuenta con sus gestos y bailado que se le empezó a menear el cuerpo de una forma que hizo reír a todos los presentes. Lo que ella quería era que tocara la guitarra de una forma particular como se hace en el Estribillo. Luego dijo: ¿Tú no sabes lo que es rebulochear? y volvió a moverse.

   Ya cuando nos despedíamos insinuó preocupada que iba a tener que mudarse ¿Por qué? le pregunté y contestó “es que le monté una brujería a un vecino que era muy fastidioso y el hombre se murió. Todo el mundo me está echando la culpa. Yo le quería echar una broma, pero no matarlo…”, hizo una pausa y luego comentó “¿Será que me salió demasiado bueno el trabajito?”.

   Su simpatía oriental, y su vida de película llegó a tal punto que el director John Dickinson hizo un largometrajeEntre Golpes y Boleros”, protagonizado por María Alejandra Martín e inspirado en su vida.

¿María de verdad tú te consideras la sirena de Cumaná?

   “Oye una cosa Luis. Mi abuelo, que en paz descanse, me decía que cuando ellos salían de Buena Vista con los aperos a pescar para la Boca del Río, a eso de las tres de la madrugada,  escuchaban cerca de la playa una voz bien bonita y era de una mujer; de ahí que los pescadores de Margarita a la Cabaña la llamen Bonita, porque es el pescado que más se parece a la mujer del mar que canta; y yo soy del mar y le canto a mi pueblo a pesar de los ochenta y ocho años que tengo”

¿Cómo te siente al ver un teatro que lleva tu nombre?

“Caramba chico, eso ni se pregunta… ¡gua hombre!... ¿Cómo me siento? Feliz y contenta. Te lo repito, orgullosa de mi Universidad, donde pasé toda mi vida y allí me moriré. Y le digo a esta generación, que busquen en el arte la salida de sus vidas, allí está”.










María Rodríguez “La Sirena de Cumaná”

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