jueves, 8 de agosto de 2013

CRONICA DE LA MENTIRA Luis Carvajal. Ch El inicio del abismo Esta historia comienza hace catorce años, cuando Venezuela leía noticias inverosímiles para su particularidad. En aquella época cuando aún el Cineasta David Suárez, no había escrito Sicario, a pesar de haber estado secuestrado por tres años continuos por un fundamentalista comando chiita en el medio oriente. Eran los tiempos donde Román Chalbaud llegaba hasta la “Gata Borracha”. Un país no abordado todavía por las rutas del narcotráfico. Comenzaban las “Tribus Judiciales” de la impunidad, se iniciaba el periodismo de opinión de “los amos del valle” y “los perros de la guerra”. Por cierto, de un periodismo, donde la fuente no era revelada por derecho. Así lo asumió una de las voces críticas de la 4 república, el periodista José Vicente Rangel, antes de ser el primer Ministro civil de nuestras Fuerzas Armadas de la V. Historia que novelada o no, originó el resultado de un sueño que tuvo su primer epílogo en las playas de Camurichico en la década de los años 50, cuando el propio Fidel Castro, trato de invadir nuestro territorio en compañía de algunos guerrilleros vinotintos, que después de la pacificación de Caldera cantaron la verdad y el propósito hegemónico de un proceso social, económico y político como el Cubano, que gracias a Chàvez y ahora a Maduro ha permitido inocular en la tierra de Bolívar la vorágine más fabulosa e inimaginable por el propio Castro, que ni en los tiempos de Niquita Gruocho y Leonid Brezhnev le brindó a la isla la plusvalía de la que hoy goza, gracias al petróleo de la “La Patria Grande”. Para ese entonces los colegios profesionales del humanismo venezolano eran agrupados por la designación de un partido político, al igual que hoy; y de la meritogracia, que tiene que pasar por una lista roja o del apellido de quien la elaboró en los cenáculos podridos de las pretensiones facistoides de un apartheid atemporal y anacrónico, social e impuesto por el autoritarismo cástrese e importado desde la Habana en las últimas décadas. Para ese entonces los discursos de las escuelas de comunicación social, acerca del Aparato Ideológico del Estado, al parecer no hablaban sobre la filosofía del Derecho del Siglo XVII. Ni se planteaba el vínculo entre el ciudadano y el Estado. Tampoco se refirió de los fundamentos morales del derecho (iusnaturismo) y los límites entre el “ser “y el “deber”, que establecieron un debate sobre las nociones de la justicia y el derecho. Sus Fablistanes no acudieron a esa polémica, que motivo del tratamiento por los sofistas del Siglo V a.C., quienes se preguntaban del origen divino del derecho. De esta interrogante surge la idea o más bien la inquietud, de si la justicia, es decir, la Ley había surgido de una convención de los hombres o, por el contrario de la propia naturaleza de las cosas. Era lógico que supusieran que todo Estado tuviera un control, una inspección y vigilancia social, de acuerdo los estudios y tratamientos de Platón y Aristóteles. Porque “hay que darle consistencia filosófica y valorativa de la vida apegada a la sabiduría, donde los hombres eran iguales por naturaleza”. Toda esta entelequia sofista fue denegada por los protestantes, quienes asumieron, que debido al pecado capital, los hombres no debían someterse a la ley de Dios, sino a la ley artificial. De este modo se crea un estado idealista de intereses en la tierra para domar las bajas pasiones humanas. La savia del derecho conocía de la edad moderna, que el italiano de Florencia, Nicolás Maquiavelo ejerció una notable influencia filosófica e ideológica sobre la institucionalización del Estado como estamento organizacional y jurídico. Sus principios norman y diseñan un poder gobernante, el cual no podía estar reducido a formalismos morales provenientes de deidades, sino, por el contrario, debía someter a sus súbditos a los lineamientos del Estado, como vía para satisfacer necesidades colectivas y garantizar el bien entre todos. Es la teoría moderna del Estado, la que asume como una instancia suprema, para poner orden al anarquismo reinante entre los hombres. Es la pura razón de Estado, conservar el poder político a cómo de lugar. En esa misma dirección apunto el escolástico francés Juan Bodino, cuya filosofía conceptualiza al Estado como instrumento monopolizador de la voluntad soberana del pueblo; la cual ha servido como sustento teórico para los regímenes absolutistas y militaristas. Esta visión descarnada del Estado todopoderoso obligó a un debate pretérito, que plantea los enciclopedistas, el mismo conllevó a retomar a rescatar el papel del derecho divino en la organización y política de los ciudadanos, quienes exigían la separación de los poderes y el reconocimiento del poder soberano que debía ejercer el pueblo. Los Derechos naturales del hombre, por encima de la autoridad del Estado. Esta visión humanista del Estado frente a la sumisión del pueblo expresada por el creador del absolutismo político e ideológico de occidente, el ingles Tomás Hobbes, quien en su versión doctrinaria del derecho canónico introduce el Leviatán, que no es otra cosa, que un pensamiento oscurantista, que inundó los aparatos represivos del Estado durante el tiempo de la inquisición en la Eda media, que permitió a John Locke, pensador inglés, considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno, expusiera la abnegada vocación por la libertad y respeto a la propiedad privada. De igual forma el Barón Charles Montesquieu y Juan Jacobo Rousseau, compilaron una serie de teorías sobre la naturaleza de la justicia frente a el Estado, y es así, como se abren un debate sobre el principio de separación para fortalecer el Estado y evitar la tiranía y opresión política, nociones que inspiraron la Revolución Francesa, que estableció como premisa fundacional, la soberanía inalienable y el contrato social, como mecanismo de control social para concebir la vida y la naturaleza de los hombres y el papel del derecho. Este momento de actuación histórica fue fundamental para par la primera firma de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Vale decir, que de acuerdo lo analizado por el propio humanista Montesquieu, quien establece las potestades del Estado: legislativa, ejecutiva y judicial, se crean la bases fundacionales del diseño de un Estado Legista, en función de generar una sociedad política de control conocida como la “antropología del derecho”, que luego fue desarrollada y perfeccionada por los alemanes Nazistas de Hitler con la implantación de un Estado totalitarista, que limitó hasta las normas del derecho universal. De ahí, cuando hablamos o nos referimos a los aparatos ideológicos de Estado, tenemos que considerar el derecho (ley) en el sentido estricto de la expresión y por supuesto al deber como conciencia natural y lógica del individuo en su conjunto social de justicia.

lunes, 5 de agosto de 2013

“El Pozo del Isleño” Luis Carvajal Este atractivo espacio de la Bahía de Mochima, conocido como “El Pozo del Isleño”, en honor a los primeros pisatarios Ibéricos y Corsos europeos que se asentaron sobre estos manglares, de la antigua Nueva Córdoba, comenzó a desarrollarse en un destino turísticos en la década de los años años 60, gracias a la labor tesonera y constante de un hombre con apostolado y misticidad por el trabajo de ascendencia campesina, pero con los pies y las manos del barro en el Mar: Orangel Díaz, quien labró y aró en la profundidad de la tierra, donde nace la única fontana de agua que le dio la vida por más de dos centurias a los primigenios aborígenes de estas playas constituidas hoy en Parque nacional. Hasta no hace mucho, “El Pozo del Isleño” fue el manantial que surtía de agua dulce para consumo humano a la comunidad del poblado turístico de Mochima, quienes atravesaban diariamente la bahía a remo o caminando, bordeando la misma para llevar el vital líquido hasta sus hogares. El Pozo permitió los sembradíos del Añil, caña de azúcar, coco entre otras plantaciones, que conformaban los diferentes rubros agrícolas de comercialización y sustentos que junto a la pesca constituyeron la pequeña economía familiar de comienzo del siglo pasado de estos aldeanos. Han transcurrido más de 50 años para que esta generación que lidera Orangel y su noble y modesta familia haya asumido con su esfuerzo y tesón la brega de devolverle a su pueblo y los visitantes de Mochima la exuberancia de una estancia placentera, amena y agradable como lo es “El Pozo del Isleño”, lugar donde se ha construido una jardinería para la fauna tropical de la zona, visitada por pájaros de todo tipo, con sus playitas para solear y su Bohío característico de la arquitectura indígena hacen del sitio un centro de atracción para el disfrute de fiestas, bautizos y nupcias que se realizan con frecuencia en “El Pozo del Isleño” en Mochima.